Personajes secundarios

ETA, la reina plebeya y una tienda de golosinas

Por César G. Antón el "03-05-2023"

Para preparar una novela de época es imprescindible recurrir a la hemeroteca. En ese proceso de repasar todas las portadas de los periódicos, fui consciente de cómo en el año 2000, hace solo un suspiro, ETA asolaba nuestros días. Hubo uno que me impactó porque lo había olvidado; un concejal de pueblo, currante en una tienda de golosinas, catorce tiros en el pecho, que dejó a una mujer viuda embarazada. Más alucinante fue encontrar la reseña de un mensaje de esa hija en un post en Facebook, el veinte aniversario de la muerte de ese padre que ella nunca conoció: "¿Nadie se acuerda ya?”. Que sirva este texto y su presencia en la trama de 83 segundos, como minúsculo homenaje.

Víctor dejó de leer desolado y se concentró en el televisor que gobernaba el bar tronando desde la pared principal del local. Una presentadora de un informativo de la televisión pública hablaba de la bomba en Huesca: «Este atentado eleva a once los asesinatos tras la ruptura de la tregua. Estamos ante el verano más sangriento de la banda terrorista en los últimos siete años…». Era una joven periodista con un traje azul clarito, una melena castaña y un perfil afilado y gatuno. Víctor la conocía muy bien: se llamaba Letizia Ortiz, y en un par de años dejaría de ser plebeya para convertirse en la futura reina de España. Pensó que nadie le aceptaría una apuesta contra esa predicción. Pegó un sorbo a su café y retomó la lectura del periódico.

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Fragmento de “83 segundos”.

Esa secuencia sucede en el barrio de Tetuán, en el bar La Plazuela, en la plaza del Canal de Isabel II, un clásico bar madrileño que durante esos años fue refugio de mi cuadrilla. Tengo que confesar una mentira: ese 20 de agosto del año 2000, Leticia Ortiz no presentaba un informativo, pero sí dio la noticia de un atentado de ETA en Huesca, con un traje azul clarito, en Informe Semanal. Tuve que permitirme esa licencia para colocar a la reina plebeya en la hora del desayuno.

Justo antes de verla, en el televisor de tubo alzado en una esquina del local, el protagonista desayuna, en papel, la siguiente portada de El País: “Un estampido seco, similar a un trueno, despertó a las 6:10 a. m. de ayer a los vecinos de la localidad de Sallent de Gállego, en el Pirineo de Huesca. Una potente explosión había destrozado el Nissan Patrol en el que dos guardias civiles —Irene Fernández Pereda, de treinta y dos años, natural de Las Agüeras (Asturias), y José Ángel de Jesús Encinas, de veintidós, nacido en Talavera de La Reina (Toledo)”. Para ver la decisión que toma Víctor ante estos hechos, con su capacidad de saltar atrás en el tiempo, tendrás que leer la novela. Aquí tratamos de no destripar la trama, solo de recordar.

Los que hemos sido redactores de televisión en esos años de atentados, tenemos en nuestra retina, marcadas a fuego, algunas imágenes que ni siquiera eran emitibles. Tras hablar con varios compañeros que ejercieron en esa época, estos recuerdos que rememora el protagonista de 83 segundos han sido los más nombrados:



Tenía en su cabeza una gran cantidad de atentados de ETA, sobre todo dos de ellos: dos ocasiones distintas en las que le había tocado montar un vídeo en la redacción y tuvo acceso a imágenes en bruto, imágenes que no eran emisibles y nunca conoció el público, pero que habían quedado para siempre grabadas en su cerebro. Unas eran del político Ernest Lluch, con dos disparos en la cara. La otra, una niña pequeña muerta por un coche bomba en Santa Pola, un cuerpecito destrozado por la metralla

Fragmento de “83 segundos”.

Pero ahora toca algo más que recordar. En ese viaje por las portadas y las noticias de esos días, me impactó un asesinato que había borrado de mi memoria. Del que además encontré muy poca información. El de Manuel Indiano, concejal del PP de Zumárraga. Lo mataron en el numero 3 de la calle Islas Filipinas, en su tienda de golosinas y periódicos. El nombre del local era “Kolokolo”, y a las 10:00 am del 29 de agosto, cuando estaba solo en el local, un número indeterminado de terroristas le sentenció con catorce tiros. El buen hombre había renunciado a la escolta porque “era incómodo para los clientes”.

La mujer de Indiano estaba embarazada de siete meses y un año después contaba a la periodista Loreto Setién, de El País: “Es una niña muy simpática, muy especial, que me alegra en los días buenos, pero que en los malos me remueve todo el dolor, porque me recuerda a su padre y porque sé que va a tener que vivir sin él. Tiene el mismo corazón de oro que mi marido y es difícil que odie a los asesinos del padre que nunca conoció”.

Esa niña cumplió veinte años y, recientemente, en el aniversario de la muerte de su desconocido padre, escribió en una popular red social: "¿Nadie se acuerda ya?”. Que sirva este texto y su presencia en la trama de 83 segundos, como minúsculo homenaje.