Por César G. Antón el "10-05-2023"
“Víctor tardó unos segundos en entender dónde estaba. Más difícil le resultó encontrar su viejo Nokia 3310 azul. Le costó enfocar para leer en la pequeña pantalla quién lo llamaba. Era el jefe de Sociedad de la tele”.
Fragmento de “83 segundos”.
122 millones de unidades vendidas en todo el mundo de ese teléfono; duro como una roca, con agenda y SMS, que escribíamos en un aberrante idioma sin vocales que aparece en varios pasajes del libro. Cuando se sitúa una historia en la edad media, en el imperio romano o en cualquier otro momento lejano en el tiempo, supone una labor brutal de documentación para no cometer errores. Al saltar al año 2000, a pesar de estar tan cerca, uno se da cuenta de la acelerada revolución que hemos sufrido en estos 23 años. No se puede componer una trama sin entender cómo era esa sociedad en incipiente relación con una tecnología iniciática.
Y tengo que confesar cierta nostalgia de esa vida menos dependiente del teléfono. De hecho, ese Nokia, junto con otros clásicos, se han vuelto a poner de moda. Lo viejo se vuelve vintage y hay un grupo de románticos que recuperan esos aparatos que solo sirven para llamar; liberándose así de esa esclavitud que inclina nuestro cuello, que mercadea con nuestra atención y devorar nuestro tiempo.
Según diferentes estudios miramos entre 80 y 140 veces el móvil al día. Los españoles pasamos casi cinco horas inclinados ante el poderoso aparato, es más de un tercio del tiempo que permanecemos despiertos. Ya hemos inventado una palabra: Nomofobia, para definir esta adicción. La pregunta es: ¿qué carajo hacíamos antes con tanto tiempo no desperdiciado? Y hay algo de eso en esta novela; un recuerdo de una época en la que paseábamos con la cabeza alta, observando al mundo que nos rodeaba. Pero todo eso cambió, hasta esos primeros Nokia que parecían hegemónicos han quedado olvidados. Es curioso ver la rapidez con la que se queman campeones mundiales en estos años. En este vídeo de Youtube se repasa el dominio del mercado en función de las marcas a lo largo de los años. El auge y caída de la marca finlandesa.
Hablemos de otro pionero que cambió el mundo y desapareció. Surge en otro entorno recurrente en el ambiente de 83 segundos: el cine, la música, la cultura audiovisual. ¿Cómo en veinte años (no digamos ya cuando viajamos a los 80), hemos podido cambiar tanto? El protagonista de la novela habita el Madrid del año 2000. Concretamente en el barrio de Tetuán. En el esplendor de los 70 ese barrio llegó a tener catorce salas, todas cerradas hoy, pero en ese 2000 aún quedaban los Lido, con sus siete grandes pantallas. Todavía aguantarían una década en pie hasta convertirse en un supermercado de la empresa alemana Aldi.
Cuando Víctor va al cine, en pleno agosto, se encuentra con esta cartelera; Scary movie, Gladiator, Náufrago, Erin Brockovich, Memento, Réquiem por un sueño y, por último, su elección: Alta fidelidad. ¿Os imagináis un agosto con ese nivel de producción? Evidentemente era otro mundo en el que la gran pantalla dominaba el mercado. Ya hablaremos de Alta Fidelidad y del cine. ¿Recordáis a Rob grabando cintas?, dediquemos un tiempo a la música.
“…Ya en casa, en su solitario cinefórum, evocó los casetes personalizados que grababa el protagonista y se puso a tostar en su ordenador portátil un CD virgen con los «cinco mejores» sencillos principales de la historia según Rob:
Janie Jones, The Clash.
Let's get it on, Marvin Gaye.
Smells like teen spirit, Nirvana.
White light/White heat, Velvet Underground.
Radiation ruling the nation, Massive Attack”.
Fragmento de “83 segundos”.
Tostar un CD, solo con mencionarlo casi puedo escuchar ese sonido. Víctor recurre a Napster, la primera gran red P2P de intercambio de archivos, que apenas llevaba un año de vida desafiando a la industria musical y ya se había convertido desde una pequeña habitación de Virginia en un fenómeno mundial de la piratería. A Víctor no le costó descargarse en MP3 todas estas canciones; como viajero que venía del futuro usaba la aplicación con cierta nostalgia. Sabía que en un año las demandas del grupo Metallica, apoyado por las discográficas, llevarían a la bancarrota a esta corta aventura. Pero sería imposible poner puertas al mar: surgirían miles de clones y la industria tendría que claudicar y cambiar su modelo de negocio.
¿Qué queda a día de hoy de Napster?, cuenta Jose García en un estupendo artículo de Xataca que repasa toda su historia, que desde entonces ha seguido peleando en el campo de la música en streaming, hasta el punto de aliarse con Telefónica o con Vodafone, para ofrecer su servicio, pero ya no significan casi nada en el verdadero negocio. Sean Parker ("man0war"), uno de los pioneros de Napster, ahora es accionista de Spotify, que parece que fue la que encontró la solución viable a la industria de la música, aunque no la más beneficiosa para los artistas.
Si te ha gustado recordar, si te apetece viajar un rato al pasado. Saltar en el tiempo. Imaginarte cómo podrías habitar en tus recuerdos con los conocimientos adquiridos. Si tienes ganas de jugar a: ¿Qué haría yo sí pudiera?, puede ser buena idea leer 83 segundos. Si ya lo has hecho: gracias por tanto.