Terminator, la coherencia narrativa y el síndrome del bar

Por César G. Antón el "10-04-2023"

Lo más difícil de escribir una novela de saltos en el tiempo es no caer en un fallo de lógica que desbarate la trama. Es lo que los manuales llaman la coherencia narrativa. Saltar en el tiempo es (supuestamente) incoherente. Pero una vez que hemos aceptado la magia todo el resto tiene que encajar a la perfección para que el lector no se sienta estafado. Estoy deseando enfrentarme a las dudas de los más desconfiados y suspicaces que lean la novela.

Al empezar a escribir 83 segundos me topé con todos los obstáculos que uno se pueda imaginar. Lo bauticé como el Síndrome del bar. Me explico; todos vamos a bares, nos gustan los bares, pensamos que sabemos de bares y que si tuviéramos uno lo haríamos mucho mejor que esos torpes encargados. Algunos, impulsados por una insensata confianza, montan uno. Es entonces cuando chocan de bruces con la dura realidad; pagar sueldos, echar borrachos, gestionar stock, perseguir proveedores, impuestos, camareros que te sisan, jornadas eternas... Nada es lo que parecía. Pues escribir una novela viene a ser lo mismo: todos pensamos que sabremos hacer una, porque las leemos, y el batacazo con la realidad es memorable.

Atrapado en mi primer intento busqué ayuda en numerosos manuales, creo que he leído más de una decena (estaría bien hacer un ranking de utilidad). Uno de ellos, imposible recordar cuál, me reveló una verdad incontestable: “Evita la ciencia ficción para tu primera novela, es el género más difícil”. Primer golpe, pero quedaba esperanza: “No digo que sea imposible, se puede hacer, pero, ante todo, nunca, repito, nunca, empieces tu primera novela con una trama de saltos en el tiempo, es demasiado complicado”. Y tenía razón. 

Tengo cuadernos llenos de gráficos, diagramas y he pasado largas jornadas de cervezas discutiendo con amigos. Creo sinceramente que 83 segundos no tiene fisuras. Estoy deseando enfrentarme a las dudas de los lectores más desconfiados y suspicaces. Pero ha sido un bonito infierno darle coherencia narrativa.

Pero vayamos al asunto de este post. En un momento de la trama, en 1985, los protagonistas acuden al cine. Consulté la cartelera de ese día y la fortuna puso allí al primer Terminator, la mítica peli de James Cameron. Al volverla a ver, con los ojos de una persona perturbada por los saltos en el tiempo, casi salté del sofá, como si celebrara un gol: la trama tiene un enorme agujero. Lo que Wikipedia llama la paradoja del Abuelo.  



Fragmento de “83 segundos”.


—A ver, tíos, esta peli me ha volado la cabeza. O sea, estamos en año 2029, las putas máquinas están perdiendo la guerra contra los hombres, así que mandan a un robot asesino a que viaje en el tiempo y se cargue a la madre del líder de la resistencia humanoide antes de que dé a luz.

—Muy bien, Mole, has entendido la peli. Te estás haciendo mayor.

—Muy gracioso, Ro, pero ¿me puedes explicar por qué coño no mandan una puta bomba nuclear a Los Ángeles y a tomar por culo todo de golpe?

—Hostia, Mole, porque entonces nos quedamos sin película y sería una putada, que la peli es la hostia.

—Vale, te compro la torpeza estratégica de las máquinas superinteligentes, pero hay una cosa por la que no paso. La movida es que, a la vez que viaja en el tiempo el Terminator, también llega el menda ese que es el compañero del líder de la resistencia. Su misión es proteger a la madre de su jefe y se la acaba zumbando. ¡¿Y resulta que el menda acaba siendo el padre de su jefe?! ¡Pero qué coño! ¿Cómo mierdas va a ser el padre de su jefe si viene del futuro? No tiene puto sentido.

—Claro, Mole, esa es la jodida paradoja: la historia se repite una y otra vez —dijo Ro convencido.

—¡Ya, hostias! Pero alguna vez tuvo que ser la primera, ¿no? Y entonces no cuadra la historia. El mundo no puede empezar desde el futuro hacia el pasado. Vale que puede crearse un bucle, ¡pero tendrá que empezar en el pasado, no en el futuro! ¡Toda la jodida película está mal planteada!

Fragmento de “83 segundos”.



Cuando consulté la cartelera del 18 de enero de 1985 vi que se estrenaba Terminator, que no imaginaba tan vieja. Al verla de nuevo con ojos expertos apareció ante mí toda esa paradoja temporal fallida que escondía y que tan bien cuadra con el libro. Fue otra de las muchísimas veces que he tenido la sensación de no estar escribiendo esta novela, sino descubriéndola. Pero sobre todo me dio paz. Si una obra tan popular en el imaginario colectivo ha sobrevivido con semejante agujero, ¿por qué no podía la mía sufrir algún revés sin que importara demasiado? Como escribió uno de los primeros ojos expertos que leyeron esta novela: “Entrar en el jardín de los viajes en el tiempo siempre es complicado. El lector, empeñado en encontrar plausibilidad total, puede quedar frustrado. Como en todas estas novelas, es mejor dejarse llevar por el autor sin dar demasiadas vueltas”. Aun así, te reto a que leas 83segundos y si encuentras un fallo de coherencia en la teoría de los saltos, envíalo a ochentay3segundos@gmail.com.  Prometo reconocer mi error públicamente. ¿Te atreves?